Mis 20 Favoritos - 11: El vino del Estío

El vino del Estío de Ray Bradbury (1957)

¿Ven? ¡Esto es una buena traducción! El título original, "Dandelion wine", es literalmente "El vino de Diente de León", osea, un vino hecho con la flor. Pero ese vino, dentro del libro, es el equivalente al verano, lo que da sentido a la adaptación. Más el detalle de la hermosa palabra "Estío".

Al igual que el más famoso Crónicas Marcianas, este libro es una recopilación de cuentos con una temática común, más algunos textos nuevos que los enlazan y convierten casi casi en una novela. Personalmente me encantan las novelas armadas así, a partir de relatos independientes, o aparentemente independientes, que se van enlazando. Gunnerkrigg Court es otro ejemplo, y si bien no hay ningún otro en la lista, hay algunos en las "menciones especiales" que supongo quedarán pa'l final.

En este caso, el tema común de los relatos es el Verano en un pueblo de Nueva Inglaterra, contada por unchico de unos 12 años. La edad es importante, porque el protagonista es suficientemente chico como para disfrutar el verano como todos los chicos, y suficientemente grande como para tener un nivel de autoconciencia e introspección creíble.

Esa introspección es lo que eleva la "novela" en mi aprecio. Es un conjunto de textos que hablan de estar creciendo, de cosas que cambian, de cosas que siguen igual, de lo que queremos que cambie y lo que no. Cuando uno es chico, y el ritmo de la vida lo dictamina la escuela, el verano es un período entre períodos. Supongo que además en un pueblo tan al norte, en esas épocas menos comunicadas, el invierno debe haber sido más encerrado, y como consecuencia, el verano más verano. El verano es la calma antes de la tormenta, el equivalente anual a la angustia de insomnio a las 3 de la mañana.

Y ahí es donde Bradbury brilla. Sus textos siempre han sido sobre gente, por más qu eesta gente sean astronautas, marcianos, irlandeses o monstruos submarinos. Siempre gente con sus conflictos itnernos, sus crecimientos y, en última instancia, sus límites. Es por esto que sus historias sean tan apreciadas, aún por la gente a la que quizás no le gusta la ciencia ficción. Es por eso también que un relato de Bradbury es inconfundible, sin importar el género, la ambientación, la época en que los escribió.

El otro elemento inconfundible de Bradbury es la atmósfera de los relatos. Acá es donde se notan mis limitaciones como escritor, porque soy perfectamente incapaz de definir o al menos describir esa atmósfera. Es onírica sin ser surrealista, es tensa sin ser opresiva, está cargada de emociones fuertes, sin ser triste, chocante ni depresiva. Y cuando es alegre es de una alegría tan humana, tan infantil en el mejorísimo sentido de la palabra, que volvemos por un ratito a esa época. ¿Y qué más quisiéramos?

Este libro está lleno de todo eso, y en particular de esa alegría. Y aún si nada de eso estuviera, vale la pena sólo por la imágen hermosísima con que se abre y cierra el libro, del protagonista dirigiendo una vez más, desde la ventana de su habitación, la orquesta cósmica del inicio del verano.


Post dedicado a Lucía Ciccioli Croce, casi casi porque sí.

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